lunes, 14 de mayo de 2012



LA VEJEZ

Sin darme cuenta me hice viejo. Tan viejo que no me reconozco en mi propia vetustez. Tengo los ojos viejos. La boca vieja. Las manos viejas. El pelo viejo, tan viejo que es blanco. Camino como viejo. Hablo como viejo. Lloro como viejo. Grito como viejo. Veo como viejo. Oigo como viejo. Hoy me asomé a la plata del espejo y me devolvió un reflejo difuso, desvaído. Tan amorfo que no pude reconocerme. Poco a poco, sin percibirlo, la vejez me fue invadiendo. Comenzó por una hebra blanca de pelo que una mañana se pintó con desgano. Después hizo metástasis en manos, piernas y pies. Se aposentó en el pecho, angostándome la respiraciòn. Subió a los ojos y cuando ya no pude ver, dejé de sentir. La vejez cohabitó con mi mente, borrándola, llevándose los recuerdos, blanqueándola. La vejez maridó con mi piel, arrugándola, secándola, marchitándola. La vejez me robó la risa, la verdadera risa, la carcajada, dejándome un remedo de ella, un sonido gutural, cascado, átono, feo, que los dientes no pueden retener, avergonzándome. La vejez se llevó la lujuria. Esa que perseguía muchachas con golosa imaginación. Esa que disparaba la pistola del deseo tras unos torneados muslos que febriles imaginábamos donde terminaban. La vejez me dejó lleno de buenas intenciones. Ayuno de pecado. Vacío de malas intenciones. La vejez cargó con el placer. Con el placer de mirar con desparpajo. De desconcertar con una frase.Con el placer de sentir los sentidos, Con el placer de oler, de tocar, de comer, de beber, de bailar, de fumar. Con el placer de saberse preferido, querido, consentido, deseado, imaginado. La vejez embaló mi equipaje de sueños, de ilusiones, de angustias, de dolores, de pesares, en una maleta rota de la que escapó todo lo guardado. La vejez amortajó mi futuro, destiñó mi pasado, esterilizó mi presente. La vejez me vació. Me secó. La vejez me llevó a no se donde. Me instaló en una realidad que todavía no me pertenece. La vejez no deja que me reconozca, que sepa que soy yo el que se esconde bajo esa piel cetrina, esos ojos apagados, esa mirada vacía. La vejez me vela. Impide que me asome, que desvanezca la sombra que me cubre. La vejez me hizo viejo, sin presentirlo, sin quererlo, sin desearlo. La vejez quiere matarme, acabar conmigo, para sepultarme, desaparecerme, dejar de verme. EFO


No hay comentarios:

Publicar un comentario